Quimera
De:Campos Muñoz Mª del Carmen
A estas alturas ya no era capaz de discernir en qué medida aquella situación era consecuencia de sus actos o responsabilidad del destino. No sabía qué decisiones habían sido las equivocadas, ni cuándo había tenido la opción de cambiarlas. En realidad, ahora ya poco importaba y sintió un profundo alivio cuando se dio cuenta de que ya nada podía hacer ella para cambiar las cosas.
Se levantó despacio. Después de muchos años, no tenía prisa por llegar al trabajo. Decidió con detalle qué iba a ponerse, porque sabía que necesitaría sentirse muy segura. Desayunó sentada como nunca lo había hecho, ni siquiera los fines de semana.
Cuando salió a la calle y vio el intenso sol reflejado en los coches y en los escaparates, se sintió afortunada por ir a firmar ese finiquito liberador. Adiós a la presión, a la humillación y a la injusticia a la que se había visto sometida en los últimos años. Por fin podría disfrutar de aquello que realmente deseaba hacer.
Ni siquiera era una víctima directa de la crisis, aunque la lista del paro se inflaba un poco más con ella. Más bien había sido esclava de la presión y la crispación de cuanto rodeaba el mercado financiero para el que trabajaba, y de unos jefes que sólo entendían de beneficios. Pensó, una vez más, en la cantidad de personas que estarían en su misma situación y por una vez, no sintió rabia ni resignación. Sólo oportunidad.
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