El pollo sin plumas
de Pablo Rodríguez
Poza
Charlie salió
del cascarón y vio que sus hermanas mayores centraban sus miradas en su pobre
cuerpo desnudo. Tenía miedo porque pensaba que era adoptado.
Sus hermanas se
sorprendieron porque el pollo hablaba sin pensar. Estaba preocupado por algo
que era normal dentro de la granja.
El padre de
Charlie se acercó a él y le preguntó que por qué estaba preocupado. El polluelo, sin pensarlo,
respondió con otra pregunta.
-Papá, ¿por qué
todos tenéis alas y yo soy el único que no? Estoy indignado.
El gallo lo
tranquilizó y a su vez le advirtió de que, si seguía piando como ya piaba, su
único futuro acabaría en un horno de leña. Charlie, sorprendido, calló y escuchó atentamente el cacareo de ese emperifollado gallo al que
todos llamaban padre.
-Hijo mío,
aunque pienses que estás en lo peor, cállate y tira para adelante si algún día
quieres llegar a ser como yo.
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