miércoles, 9 de mayo de 2018

Relato ganador XIV EDICIÓN CONCURSO BIBLIOTECA DE BABEL


El secreto de las mariposas
Autora: Andrea Moreno
Firma: Junonia coenia

Las mariposas estaban muy presentes en mi familia. Recuerdo la primera vez que las vi: Mi hermano mayor me cogió de la mano y me dijo al oído que me iba a enseñar un secreto muy especial que había estado guardando mucho tiempo y yo, ansiosa por conocer aquel misterio, no dude en seguirle hasta el viejo invernadero. Era una noche de verano y corría una ligera brisa que hacía muy agradable el paseo. Le miré en varias ocasiones pero parecía no darse cuenta, estaba absorto, perdido en sus pensamientos.

Cuando entramos al invernadero me quedé impresionada con la belleza tan inesperada que me rodeaba, la noche estaba despejada y en lo alto del cielo se alzaba una imponente luna llena, su luz cálida se filtraba en todo el invernadero, a travesaba los tallos de algunas plantas que reptaban por el techo y el resultado era un ambiente de ensueño.

Pero yo ya había visto muchas veces el invernadero y siendo sincera no me causaba gran interés, pero aquella noche había algo distinto en él:
- ¿Dónde está el secreto? –Le pregunté a mi hermano, él miró a todos los lados y finalmente dijo:
- Quédate muy quieta y en silencio –Así, obediente, estuve un buen rato mirando cada rincón del invernadero, me fijaba en las formas tan retorcidas que tenían algunas plantas, esperando encontrar en ellas aquel misterio y entonces lo vi. Vi un sombra pasar velozmente delante nuestra pero desapareció demasiado rápido para saber que era, miré emocionada a mi hermano, él sonrió enigmáticamente y me señaló a un lugar en concreto, fijé mi vista ahí y entonces vi la silueta de un ser alado bastante peculiar:
- Es una Saturnia pyri, una de las mariposas más grande de Europa y solo sale de noche.
Aquella noche estuvimos observándolas durante un largo rato, había muchísimas y ni siquiera sabía cuándo habían llegado. Más tarde, de vuelta a nuestras camas mi hermano me confesó que las había estado trayendo poco a poco durante todas las vacaciones de verano, al parecer estuvo observando que los pájaros las cazaban bastante y que era mejor que estuvieran en el invernadero, podrían encargarse de polinizar y estarían a salvo.
Nuestros padres se enteraron de esto pero para nuestra sorpresa no se enfadaron, sino todo lo contrario, parecían encantados de tener aquellos pequeños insectos. Desde aquel momento las mariposas pasaron a ser un símbolo de nuestra familia, aunque en nuestro interior, mi hermano y yo sabíamos que era algo solo de nosotros dos.

A mi hermano Jack le encantaba pintar, antes se podía pasar largas horas en el invernadero retratando todas las plantas, a él no le importaba que estuvieran un poco marchitas, porque siempre conseguía con sus pinceles darle un poco magia a aquellas plantas. A partir de la llegada de las mariposas comenzó a pintarlas a ellas, y en muchas ocasiones también me pintaba a mí, eso me hacía muy feliz, porque vista desde uno de sus cuadros yo me sentía la niña bella del mundo.
Uno de los primero cuadros me causaba cierta incomodidad, no sabría explicar el porqué, se trataba de mi jugando con una mariposa, de fondo estaba el invernadero pero cada vez que lo miraba sentía la presencia de algo oscuro, supuse que eran cosas mías, ya que parecía que nadie más podía notar aquello.

Ahora, tras muchos años, miró atrás y me arrepiento de no haberme dado cuenta antes de todo lo que estaba sucediendo.
Creo que todo empezó a ir mal un día que mi hermano me llevó al invernadero y me dio una noticia: Se iba a Italia. Yo me quedé de piedra, sin saber que decir o cómo reaccionar. Quería ser pintor y mi padre le consiguió una plaza en una de las mejores escuela de Italia, y para finales de verano se iría unos eternos tres años.
Yo le supliqué que por favor no lo hiciera, que las mariposas le necesitaban, pero él estaba convencido de que yo cuidaría bien de ellas. Lloré todas las noches antes de que se fuera, parecía no tener consuelo.

Jack pintó dos últimos cuadros muy especiales que me dio su última noche. Se podían juntar y se veía una preciosa imagen de él y yo posando mientras varias mariposas revolotean cerca de nosotros, pero también se podía separar y sencillamente quedaba un retrato de cada uno, mi hermano se llevaría el mío, quería colocarlo en su habitación y así verme todos los días, y de la misma manera yo podría hacerlo con el suyo. Me prometió que cuando volviera juntaríamos los cuadros y me enseñaría todas las obras de arte nuevas que hubiera creado en la escuela. Entre sollozos nos dimos un abrazo y dimos un último paseo por el invernadero, en silencio dejamos que las sombras de las mariposas nos envolvieran y nos deleitaran con una danza onírica donde sus alas parecían estrellas móviles que acompañaban a la gran luna.
Pero entonces, sin esperarlo mi hermano cazó una de aquellas mariposas con la mano, se trataba de una Aglia tau, una mariposa difícil de ver y más de noche, pero allí estaba, en el momento oportuno para que mi hermano la capturará. Salimos a fuera del invernadero:
- Querida Elisa, antes de irme me gustaría poder hacer que un deseo tuyo se cumpliera y para ello tienes que susurrárselo a esta mariposa y liberarla, te prometo que ella se encargará y no parará hasta que este deseo se cumpla
- Está bien- Le susurré a la mariposa mi deseo y entonces mi hermano la soltó y a pesar de la escasa luz la vi volar, la seguí con la mirada un buen rato hasta que se perdió entre los árboles…
Y aquella mariposa…no me abandonó hasta tres meses más tarde. No sabría cómo explicarlo, pero tenía la sensación de que siempre estaba a mi lado. Si me concentraba y la buscaba no la veía y entonces pensaba que eran cosas de mi mente, pero entonces cuando me relajaba me parecía ver su sombra revoloteando por la habitación. En otra ocasión, su aparición fue aún más rara, después de varios años de convivencia con la mariposas, me había aprendido sus nombres, sus colores, sus costumbres, cuando mi hermano me dio aquel retrato suyo estuve varios días identificando cada una de las mariposas que aparecía en él y ninguna de ella era la Aglia tau, pero un buen día estaba ahí, no sé cómo sucedió pero ahí estaba, plasmada inerte en aquel cuadro, revoloteando cerca de la cabeza de Jack.

Era una señal, lo sentía, sentía que aquella mariposa tenía algo oscuro y en cierto modo era mi culpa.
Mi hermano volvió tres meses más tarde, estaba enfermo, nadie me explicó que le sucedía, estaba más delgado y tenía muchas ojeras pero más allá de eso no parecía estar enfermo. Desde que él volvió la mariposa dejó de aparecer, hasta desapareció del cuadro, y un día la encontré, muerta en mi ventana, era la misma mariposa a la que pedía aquel deseo: que mi hermano no se fuera. Lo había cumplido, mi hermano estaba de vuelta y ahora ella ya podía descansar en paz.
A partir de ese momento me di cuenta del poder de las mariposas y empecé asustarme al percatarme de que forma estaban afectando a mi hermano.

La vuelta de mi hermano no fue la esperada, no volvió a ser el mismo, parecía trastornado, no dormía, casi no comía solo pintaba mariposas, sin parar. Al parecer dejó de ir a las clases al segundo mes, y tras un mes entero sin aparecer y sin dar señales de vida fueron a buscarle, lo que encontraron fue aterrador. El pequeño estudio donde vivía esta hasta arriba de cientos de cuadros de mariposas, parecía que en un momento se había quedado sin lienzos así que había comenzado a pintar todas las paredes, luego el suelo, luego las sábanas y finalmente las ventanas, se había consumido en una oscuridad donde su única compañía eran las mariposas y mi retrato.
A partir de ese momento pasé mucho más tiempo con él, intenté curarle de su obsesión pero parecía no querer mejorar:
- Elisa, no puedo dejar a las mariposas, ellas me necesitan, no las puedo abandonar si lo hago…se enfadaran
Mis padres contactaron con los mejores médicos del país pero ninguno tenía ninguna solución para su enfermedad y al final decidieron que lo mejor era que entrara en un hospital psiquiátrico donde sería tratado.
Mi consciencia me acechaba, sabía que era mi culpa que mi hermano hubiera perdido la cabeza, porque yo pedí aquel deseo y no me importaba lo que pasará, fui egoísta y ahora mi hermano lo estaba pagando y al final volvería a separarme de él.

A tan solo unas horas de que mi hermano ingresará pasaba con él los únicos momentos, le abrazaba por la espada, intentando que parase de pintar, quería que esas últimas horas las pasáramos juntos, sin mariposas y sin pintura, pero él no quería terminar, estaba haciendo un retrato de nuestro padre y por supuesto estaba acompañado de aquellos insectos:
- No te preocupes Elisa, no me iré a ninguna parte
- Papa va a firmar esos papeles y ya no habrá vuelta atrás, deja de pintar mariposas, quizás así te liberen
- No funciona así, las mariposas son mis amigas. Dime, ¿aquella mariposa cumplió tu deseo?
- Si… -Dije cabizbaja, recordando con miedo y tristeza aquel horrible deseo
- Entonces yo también pediré uno, pero será un poco distinto a como lo pediste tú.
- ¿A qué te refieres?
Y entonces la respuesta a mi pregunta entró por la ventana, una esfinge calavera, una mariposa a la que se atribuían leyendas relacionadas con la muerte de aquellos que estuvieran cerca de ella. Nunca había visto una y cuando apareció y se posó en la mano de mi hermano sentí tanto miedo que a día de hoy aún tengo pesadillas. Mi hermano la aplastó con la mano, la retorció con sus dedos hasta dejarla echa una masa oscura, una mezcla de vísceras y sangre y con eso la pintó en el retrato que estaba haciendo de nuestro padre y justo en el momento que dio la última pincelada oí el grito desgarrador de mi madre, mi padre estaba muerto.
Los planes del ingresó de mi hermano se aplazaron un tiempo, el tiempo justo para el funeral y el tiempo de duelo. Estaba muerta de miedo, no sabía cómo explicar lo que había ocurrido sin que me tomaran a mí también por loca.
Dejé de hablar con mi hermano, dejé de visitarle en su habitación, intentaba por todos los medios evitarle en casa. Ya no iba al invernadero, me juré a mí misma que no quería volver a ver nunca más una mariposa, hasta aquella noche.
Me despertaron las voces de mi hermano, estaba hablando solo en su habitación, no llegaba a entender lo que decía, me acerque a su puerta y escuche su conversación:
- ¡No, no la puedo matar! Ella es buena, os quiere, le gustáis tanto como a mí…Ya no os ve…porque…no sé por qué, pero da igual.
Estaba hablando de mí, y parecía que sus queridas amigas no querían verme más. No me dio tiempo analizar la situación porque sentí un cosquilleo en la nunca, cuando me lleve la mano note algo suave y delicado, era una de ella, revoloteo por una pequeña rendija hasta la habitación de mi hermano, quien paró su monologo y parecía escucharla, me quedé helada, sin saber qué hacer, y entonces unos pasos acelerados se lanzaron a la puerta, Jack abrió violentamente y me agarró del brazo:
- ¿Por qué ya no vas a ver a las mariposas?
- No me gustan, hacen cosas malas…
- Ellas no han hecho nada malo, cumplieron tu deseo ¿lo recuerdas?
- ¿¡Pero a qué precio!? ¡Mírate, estas desquiciado, te han vuelto loco! Me das miedo…-Esas últimas palabras me dolieron al pronunciarlas, yo quería a mi hermano, pero quería al de antes, el de ahora me aterraba. Rompí a llorar desconsoladamente, mi hermano también lo hizo, lloramos juntos mientras la habitación, poco a poco se llenaba de aquellos insectos.
- Quieren que te mate…te consideran una enemiga, pero…no puedo, eres mi hermanita, eres la niña de mis ojos, no te puedo hacer daño
- Y no lo harás…confió en ti – Le mire a los ojos y durante unos instantes sentí que todo volvía a la normalidad, que su mirada volvía a mostrar serenidad, pero tan solo fue un instante, porque en ese momento, en su pupila, ví la sombra de una de ellas.
Eche a correr mientras pedía auxilio, Jack me perseguía gruñendo, sus ojos se inyectaron en sangre, su mandíbula se tensó y sentí como sus brazos se alargaban en un desesperado intento de agarrarme, sus pasos eran más veloces que los míos, y para cuando llegue al jardín noté como se abalanzaba sobre mí y me derribó. Caí al suelo y mi cabeza chocó contra una roca, no llegue a perder el conocimiento, pero me sentía mareada e incapaz de defenderme. Los brazos de mi hermano me cogieron y me llevaron en brazos dentro del invernadero, me dejó sobre la mesa y durante un rato no hizo nada, se quedó quieto, mirándome fijamente, temblaba muchísimo y las lágrimas no cesaban.
Se llevó la mano al bolsillo y sacó un revólver, con mis escasas fuerzas intenté arrebátaselo, pero era imposible:
- No te voy a matar…no podría hacer eso, te quiero. Soy tu hermano mayor y mi deber es protegerte, y es lo que voy hacer, pero Elisa, por favor, nunca olvides el secreto de las mariposas, no dejes que te vuelvan loca con su poder. Solo obsérvalas pero jamás aceptes nada de ellas…
Y tras esto se metió el revólver en la boca y se pegó un tiro. Quizás fuera por la conmoción del golpe, o por el stress sufrido, pero juró que no vi sangre, de la cabeza de mi hermano salieron miles de mariposas, algunas se perdían entre las plantas, otras se escapaban pero una de ellas, una Aglia tau se posó en mi hombro, recordándome el deseo que pedí hacía un año, y aquella mariposa no me abandonó nunca.
A día de hoy el único recuerdo que tengo de ellas es una mancha que me dejó la Aglia tau, en el hombro ya que todas las demás desaparecieron, incluso las que aparecían en los retratos que hizo Jack. Ahora esos retratos están colgados en mi habitación, juntos como nos prometimos.

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