Canto XII
De: Tomás González Santos
[Relato publicado en la revista piloto durante el año académico 2006/2007]
[...] Odiseo, siguiendo las indicaciones de Circe, se hace a la mar, aproximándose a las costas, donde moran las sirenas ESCILA y CARIBDIS. Sentadas en un verde prado próximo al mar, rodeadas de los huesos y los restos de piel de los marineros muertos, esperan a los navegantes para atraerlos con sus cánticos hacia los acantilados.
[...]Odiseo, firme al timón, se aproxima con arrojo a la morada de las sirenas. Sus marineros se aterran al escuchar los cánticos. Presa del terror, se atan entre sí a las partes fijas de la nave, no quieren morir y ser devorados. Sus caras congestionadas por el miedo, sus ojos casi inyectados en sangre, sorprenden al decidido Odiseo que continúa su firme bogar. El timón es dócil a su mandato y la nave responde a su mano, que la conduce con destreza a través del proceloso mar. Odiseo se sorprende del temor que ve reflejado en las caras de sus marinos, no alcanza a conocer el porqué de este temor. Para él no es más que un paseo, en una tranquila tarde del otoño griego.
[...]Así como Argos, que fue ayudado por Hera la diosa de los vientos, logró cruzar frente a los temidos cantos de las sirenas, así Odiseo cruza firme y seguro frente a sus costas, para continuar su bogar hacia su amada Itaca.
[...]Las sirenas desconocían que Odiseo era sordo...
Tomás González Santos
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