jueves, 28 de febrero de 2008

A Nora

A Nora
De: Tomás González Santos

El mar está mudando su traje de plata
por el oro del amanecer.


La dama de noche exhala sus últimos

suspiros, llenándolo todo de su embriagador

aroma.


El jardín estalla en una sinfonía de

Colores: amapolas, jazmines, lirios, petunias y lilas compiten en belleza, visten sus mejores
galas para recibir el naciente, y aun joven día.

El vinilo da vuelta en el tocadiscos, “La vida en Rosa” me acompaña, la cascada, áspera y a la vez dulce voz de Piaf lo envuelve todo.


Mi mano se desliza sobre tu calida piel, tus rizos, sedosos, suaves como una liviana pluma se enredan entre mis dedos. Tus ojos, como la miel, me miran fijos, parece que hablaran. ¿ Que nos podemos decir con palabras que no digan nuestras miradas? .

Aun está tierno en mi memoria el día qué llegaste.

¡Cómo lo recuerdo!

Corrías a mis brazos como si te faltara el aire. Yo te deseaba, como si fueras el primer amor de mi ya madura existencia. Eras el deseo anhelado y por fin poseído.

La melodía termina. Sus últimos versos aun resuenan en mi cabeza;


“Des nuits d'amour á plus de finir

Un grand bonheur qui prend sa place

Des ennuis, des chagrins s'effacent .”

“De las noches de amor se puede morir,

Una gran felicidad toma su lugar,

Los aburrimientos, las pesadumbres

se borran”



Parece que su letra estuviera escrita para nosotros.
El mar es como si despertara, exhibe su nuevo traje.
El día va camino de su pubertad, olvidada su calida y aun reciente juventud. Yo con la nieve en mis sienes, camino hacia el ocaso de mis pasados sueños.
Los días de gozo y felicidad vividos junto a ti, solo son una sombra en la memoria

¡Como te echo de menos!

Los momentos en que mi vida transcurrió por los delicados senderos de la depresión, no tuve que pedirte ayuda. ¡Tú sabias que la necesitaba!


La enfermedad que hizo presa de mi cuerpo no pudo con mi alma, la tuya estuvo siempre dispuesta a socorrerme en los momentos de debilidad. Solo tenias que poner tu dorados ojos en mí y, las ganas de vivir volvían con más fuerza.

¡Dios, como te echo de menos!

Te sentabas a mi lado, sin pedir nada, solo me mirabas, el tiempo pasaba lento
para los dos. Creíamos que teníamos todo el tiempo del mundo y era él, el que nos tenia secuestrados en una burbuja de sorpresas.
Tu compañía fiel, sumisa, nunca interesada, ¡ni comías por no separarte! fue el mejor bálsamo para mí. Mis dudas quedaban envueltas en la dulce calidez de tu cariño.

¡Como te echo de menos!

Han trascurrido 16 años, muchos para ti, demasiados y, demasiados pocos para mi.
¡Como nos engaña el tiempo con todo lo qué amamos! Cuan rápida es su carrera y que corto el camino.

¡Como te echo de menos!

El día de tu marcha, llovía suavemente, hoy solo llueve en mis ojos.

Mi falta de valor para despedirme de ti no deja de removerse en mí cada día. No me da descanso. Nuestra despedida era demasiado para mí animo decaído...
Mi amor egoísta no puede entender el porqué de tu marcha.
Tu falta es insoportable. En cada rincón esta tu sombra, tu mirada, tu aliento. Nunca te iras de mi lado y, tal como hiciste siempre, hasta el último de mis días, estaremos juntos.


Dijiste Libertad antes que nadie,
Cuando el susurro iba de piedra en piedra
.
(Pablo Neruda).

Así será tu alma, así fue tu vida. Tuviste libertad para vivir, tomaste tu propia libertad para amar y, me diste la propia libertad de sentir que era algo tuyo y tú algo mío.
E
spérame tras de la puerta y goza de tu nueva libertad,

¡ Yo no puedo vivir sin ti!

A Nora, mí amada perrita.






Tomás González Santos

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