Aún resuenan en las noches los ecos de la batalla.
Los cascos de los caballos chapoteando en tus aguas.
Se escuchan los ayes de los heridos en la cruzada.
Los chasquidos de las espadas,
Los silbidos de la flechas, camino
de corazones llenos de esperanzas.
Que no es puerto ni nada.
Pero está lleno de gentes
Que sueñan cada mañana.
Son las razas que forjaron tu alma.
Tus mujeres llevan en la cara sus marcas,
Su nariz mediterránea,
Su piel tostada por mil batallas,
Sus ojos almendrados cual
ventanas de la Alhambra.
Su fe arraiga como vírgenes santas.
Tus tardes templadas,
Tus atardecer rojos,
Cual si fueran las brasas
De la pasión de tus gentes, y
la que mueve montañas.
El sabor de tus gambas.
El sonido de las campanas
de tu iglesia que nos llama.
La Gran amiga de España.
Pues amiga fue de Alfonso
al que hablo una mañana.
Y el Sabio en su consejo
con decisión y con mañana,
al infiel hecho lejos,
dando libertad a tus plazas,
A tus gentes, y a tu alma
perdidas batallas,
en tus márgenes dolientes,
por tanta sangre derramada
por tus aguas bañadas.
Custodia en sus adentros
parte de tus historias pasada.
Y el aliento de los cristianos que moraron en sus salas.
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