lunes, 21 de junio de 2010

A mí también me gustaría

A mí también me gustaría

De: Minerva Royano Martínez

Estaban los dos sentados, uno en frente del otro. La chica tenía en las manos una taza ya fría de café y miraba a aquel hombre de cara risueña e inocente como la de un niño a pesar de tener ya ochenta y tres años.

-Sí- dijo la chica-, mi abuelo me contaba muchas historias de su infancia. ¿Quiere que le cuente una?

-Claro- dijo el hombre con voz ilusionada.

-Pues verá… Cuando mi abuelo era pequeño, tendría unos seis años, su padre se lo llevaba al campo con él. Su padre era jornalero y trabajaba con varios amigos suyos haciendo picón. Y mi abuelo se dedicaba a vigilar los pucheros que los hombres dejaban al fuego, para que no se quedasen sin agua… que no se quemase la comida…esas cosas.

Un día, de repente, mi abuelo vio que todos los hombres iban corriendo hacia el encinar en el que estaba cuidando la comida. Su padre le cogió en brazos y le subió lo más alto que pudo al árbol más cercano. Después se subió él.

Mi abuelo no sabía lo que pasaba y le preguntó a su padre.

-Padre, ¿qué pasa?- dijo mi abuelo.

-Calla niño, que viene una vaca brava-contestó su padre.

Tal y como dijo su padre, de repente se vio llegar un bicho enorme y negro con dos grandes cuernos que arremetió contra los pucheros con furia. Cuando terminó de desparramar la comida, fue corriendo hacia los árboles. Mi abuelo empezó a llorar y eso enfureció más a la vaca.

Los otros hombres gritaban para alejar al animal del árbol en el que estaban mi abuelo y su padre, cosa que pareció funcionar. Justo cuando la vaca se dio la vuelta, se resbaló al pisar un cazo vacío. El padre de mi abuelo bajó de un salto, y aprovechando el momento, le cogió de los cuernos y le hundió uno en el suelo.

-¿Qué pasó después? - preguntó el hombre sentado enfrente de la chica.

-Después de eso, -contestó sonriendo la chica- llegó el mayoral y agradeció al padre de mi abuelo haber parado a la vaca.

-¡Qué historia más interesante! A mí también me gustaría tener una aventura así.

En ese momento llegó un enfermero buscando al hombre para llevarle de nuevo a su habitación.

-Bueno joven, ha sido un placer conocerla. ¿Viene usted a menudo?

-Sí,- contestó ella con voz triste- una vez al mes.

Cuando el hombre y el enfermero se iban por el pasillo, la chica cogió el móvil.

-Hola mamá… Sí, el abuelo está bien… Sí, se lo acaban de llevar a la habitación… Pues el enfermero dice que ha dormido bien, sí…


Minerva Royano Martínez

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