Perfecto
de Alberto Motto Grajera
El hombre se
veía cansado y agotado, pero sonreía.
—¿Por qué
sonríes? —inquirió su mujer al verle entrar en el dormitorio.
—Ha sido un día
perfecto.
—¿Perfecto? Creo
que perfecto no es la palabra adecuada —sugería algo nerviosa—. Sé que has
llegado tarde al trabajo y que tu jefe te ha reñido, y ahora has salido tres
horas más tarde de lo normal. Además, mírate, estás empapado —remató con desdén.
—Bueno —dijo
mientras se cambiaba de ropa—, hoy en el autobús, una mujer se puso de parto y hubo
que parar en mitad del trayecto. Cuando se tranquilizó, cogí un taxi con ella,
y llegamos al hospital. El jefe de guardia me regañó por no haber llamado a los
compañeros de la ambulancia, pero lo entendió cuando le expliqué que habríamos
tardado más. El parto fue largo, y éramos pocos enfermeros, por eso he salido
más tarde. La mujer le ha puesto mi nombre al niño... —el hombre quedó
pensativo por un instante—. Es verdad, llueve, no ha sido un día perfecto
—finalizó sin dejar de sonreír mientras se metía en la cama.
Alberto Motto Grajera
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