La envidia
De: Pilar de Campo Puerta
La plaza estaba vacía pero ellos no se vieron.
Cada tercer sábado de primavera desde hace más de cien años, la localidad se engalana de fiesta, y en la plaza: risas, sones, bailes, corrillos, jinetes y equinos enjaezados, son la muestra. El jolgorio dura siempre hasta que el cansancio avisa a los cuerpos. A las cinco de la madrugada, apenas quedan siete u ocho mozos que ya tiran para sus casas. Los dos últimos, mientras uno va a la derecha y el otro a la izquierda, se cruzan justo a la altura de la fuente de chorros encarados y helados. No se vieron porque no se miraron.
¡Ay! Si el abuelo no hubiera tenido un sólo caballo…
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