Hoy, por la mañana, a una elevada tarima subía un hombre que llevaba un libro muy grueso. Ese hombre, que vestía un traje negro, miraba seriamente a las personas que acudía al juicio. Aquellas personas se miraban entre ellas y se preguntaban quién era el malhechor que merecía un castigo.
A los pocos minutos, unos policías arrastraban a un joven conocido por muchos vecinos de Toscana: Fabricio Di Angelo. En cuanto lo subieron a la tarima, la gente comenzó a murmullar.
-¡Atención! – gritó al hombre que llevaba el libro grueso.
Aquellas gentiles personas dejaron de murmurar y observaron al culpable muy afligidos.
-Este joven, Fabricio Di Angelo, es condenado por la agresión a dos agentes de la autoridad y la incitación a la rebelión contra el orden público a dos años de arresto domiciliario – sentenció el hombre.
Al dictaminar la sentencia, cerró el libro y se marchó. Las autoridades bajaron forzosamente a Fabricio y lo enviaron a su casa. Mientras lo arrastraban a su casa, los “anarquistas” peleaban contra los policías mientras los llamaban dictadores y caciques.
Óscar Alonso Tenorio
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