martes, 15 de abril de 2008

The Cult of Power: La conspiración

The Cult of Power. Parte I: La conspiración
De: Silencio Dogood

Capitulo1:

Todo comenzó el año pasado en la facultad de derecho, allí como todos los de primero entre clase y clase nos dedicábamos a pasearnos, a conocer el edificio, a fumar en los pasillos… si, es un echo constatado que la facultad de derecho es el último reducto de Madrid donde se hace la vista gorda y te dejan fumar dentro. Y creedme cuando os digo que esas ventajas de las que allí se disfrutaban no eran fruto de la casualidad, como más tarde descubrí. Una tarde de otoño, como de costumbre mi profesor de Romano no apareció y teníamos la hora libre, le dije a Leticia que me acompañara a deambular un poco por ahí, ella acepto de buena gana ya que no le apetecía quedarse ahí, con toda y cito textualmente; “esa panda de pijos”.

- ¿Qué tal llevas el curso?

Bien dije yo, pero quizás debería estudiar un poco más, ya sabes por aquello de aprobar…

- Si aprobar es importante, al menos eso dicen. Dijo riendo y mirándome como si comprendiera que sobre mi también caía una presión paterna por sacar adelante la carrera.

Subimos las escaleras laterales, que nacen desde el hall hasta la última planta, desde la cual se puede llegar hasta el edificio contiguo que alberga, la maravillosa cafetería, la cafetería de los profesores y una tercera cafetería situada entre plantas para uso casi exclusivo de los alumnos de quinto.

- la verdad es que, esta muy bien tener tanto sitio ¿verdad? Dijo señalando inmensos pasillos desabitados a medida que subíamos.

- si es reconfortable saber que… me disponía a soltar una payasada cuando llegamos a la ultima planta, de la cual surgían dos corredores uno hacia el edificio nuevo repleto de cafeterías y otro que se perdía hacia la izquierda. Ambos vimos una figura al final del pasillo que alerto nuestra presencia y como dando un salto, desapareció a mitad del mismo.

Nos quedamos un momento callados

- ¿llevaba una túnica? Dijo ella poniendo una sonrisa de medio lado.

Si dije yo, ¿vamos?

- vale pero creo que si vamos allí, lo mas seguro es que termines enrolado ¡a la tuna! Jajaja

Yo no reí, porque sabía que la tuna se encontraba situada en el edificio nuevo, pero no dije nada porque la verdad, me moría de curiosidad.

Avanzamos por el pasillo de la izquierda y al llegar a su mitad vimos una puerta translúcida y corrediza, como las que hay en los supermercados. La verdad es que no pegaba una puerta así en un edificio que data de 1956 y además parecía cerrada.

- espera dijo Leticia, si te fijas bien queda un rendija entre ambas puertas…

Ella siempre era así, cuando nadie veía la salida o la solución, se las arreglaba para encontrar una rendija de esperanza o en este caso, una de curiosidad.

Tiramos cada uno hacia un lado hasta que cedió y de un salto nos metimos dentro. Parecía un mini hall con una rampa hacia un estrecho pasillo, con tubos que corrían paralelos a las paredes. Extrañamente se curvaba, desaparecía en la oscuridad y de él salía un ruido sordo constante, que nos previno sobre lo que allí íbamos a encontrar.

Andamos, adentrándonos en la oscuridad y llego el momento en que ya no veía nada palpaba el aire torpemente, hasta que me di de bruces contra una puerta metálica.

Clonc!

Advertirían nuestra presencia ya que el ruido cesó.

- nos han oído. Dije lo más bajo que pude.

Lo normal seria que alguien saliese a echarnos de allí o algo parecido, pero no, pasaron los minutos y ahí seguíamos, quietos, esperando en la oscuridad.

Decidimos entrar, esta vez sin miramientos. Giré el pomo y empuje la pesada puerta que extrañamente no rechinó ni un ápice. Dentro de esa mínima estancia solo colgaba una bombilla y de un agujero en el suelo, salía una tenue luz.

Se distinguía una escalera que bajaba paralela a la pared.

Nos asomamos al hueco y nuevamente solo veíamos un vacío.

- no tiene sentido, ¿para que colocar una escalera que baje hasta la planta baja, desde aquí arriba?

- no lo se, le respondí, - pero algo me dice que esta escalera no baja hasta allí, sino que se queda a medias.

- ¿a medias? Su sonrisa perspicaz, lucia en la oscuridad.

- si, en septiembre cuando llegue aquí, me baje en la parada de autobús equivocada y me toco andar. Para ahorrar tiempo camine entre los edificios y ahí la vi.

- ¿el que?

- ¡esta escalera!

- me he perdido, dijo parpadeando.

- ¿no lo ves?, cuando la vi, ¡la estaban tapiando!

- ves demasiadas películas, exclamo riendo.

- si vale, veo demasiadas películas, pero esta escalera solo baja hasta el techo de aula magna, ¡lo vi! y te recuerdo que lleva cerrada 2 meses en remodelación. ¿No recuerdas que aquí grababan el programa 60" ?

- si, si lo recuerdo. Lo mas seguro es que solo hayamos visto a un trabajador.

- claro con una especie de túnica negra ¿no?

De repente se oyó un ruido y ambos nos volvimos hacia el vacío.

- Nooo!!

Leticia dio un pequeño grito y se puso de pie.

- ¡tenemos que bajar!

- yo no bajo, su mirada era dura, jamás la convencería para seguirme.

- espérame aquí.

Y de un salto comencé a bajar y a emitir el primer ruido repetitivo que habíamos oído. Nuestro “tuno” había bajado igual que yo por esa angosta cavidad y al igual que yo, escabullido entre las vigas, del techo del aula magna seguro que también vio, lo que a mi particularmente me pareció una especie de ceremonia o rito de iniciación.

Pero, ¿Cómo había conseguido bajar de allí?

Abajo había movimiento, se llevaban a un joven, muchos negaban con la cabeza. Parecían defraudados con aquel chico, como si no hubiese dado la talla.

Mis ojos se acostumbraban a la creciente oscuridad que reinaba en aquella aula, y en ese momento me di cuenta de que estaba siendo observado, pero no desde abajo, sino desde allí mismo, el “tuno” me miraba. Me quede helado y por un momento pensé; “aquí acaba todo”. Sin darme tiempo a reaccionar, dio dos zancadas plantándose frente a mí, me tapo la boca con extraña delicadeza y susurro:

No haga ruido, señor Miranda.

¡Me conocía!

Arriba Leticia ajena a todo aquello no hacia más que impacientarse, todo eso era demasiado raro, demasiado… no encontraba la palabra que buscaba pero yo me imagino que esta era; retorcido.

Quise decir algo, pero aquel hombre se me adelanto.

- calla un segundo, chico. Parece que están recogiendo.

Cual fue mi sorpresa cuando descubrí a mi profesor de romano, Txomin.

- ¿profesor...?

- nos quedaremos aquí arriba esperando a que suban, tranquilo no nos verán, ya me previne contra eso. Dijo señalando su túnica.

- pero señor…

- haber Miranda, calle de una vez, antes de que nos descu… no le dio tiempo a terminar los hombres trajeados y los algunos claramente, alumnos de 5º, comenzaron a subir mientras los más jóvenes se quedaban abajo, dejándolo todo como estaba.

El aula magna tiene forma de teatro en media luna y con una especie de balconada circular desde la cual vigilar a los alumnos, para que no copien. Desde esa balconada no distan 10 metros hasta el techo y las vigas, donde nos encontrábamos. Esta distancia ya la estaban cubriendo los primeros hombres trajeados que subían por una escalera claramente recién colocada.

Pensé en Leticia e intente avisar de su presencia al profesor, pero esta vez me tapaba la boca con las dos manos. Allí, agachados entre las sombras escuchamos las primeras voces de aquel extraño aquelarre de juristas, unas confabulando, otras riendo y unas cuantas exponiendo estar ya hartas de tanta subida y bajada. Incluso creo recordar que oí la celebre frase; Esto con Franco…

- esperaremos a que los “nuevos”, terminen y después bajaremos, allí te lo explicare todo, OK? Susurró de forma casi inaudible.

Asentí suavemente mientras imploraba porque Leticia, cansada de esperar se hubiese marchado a clase. No habían terminado de subir todos cuando los nuevos comenzaron también la escalada, se notaba que limpiar y ordenar no era lo “suyo”.

El ruido que subía por la escalera alerto a Leticia, que no era yo, quien me disponía a salir de ahí. Salió corriendo del pequeño cuarto y se adentro en el extraño pasillo buscando la luz, anhelándola. Bajo la rampa he intento abrir la puerta.

Era inútil, se necesitaban dos personas para forzarla, se vio en apuros y algo le decía que debía salir de allí, aun así tenía claro lo que debía hacer.

Cargaría contra la puerta corrediza, rompería el cristal y saldría al pasillo, correría como alma que lleva el diablo y más tarde se preocuparía por buscarme y enterarse que demonios pasaba dentro del aula magna y qué, justificaba tanto secretismo.

No hubo ningún chirrido que la alertase. Cuando se giró, la estaban mirando unos 20 hombres estupefactos.

¡Ahora! Corrimos entre las vigas y bajamos por la escalera, descendimos hasta la balconada y de ahí saltamos a la gradería, era la primera y ultima vez que iba a estar allí. Recuerdo que me vino a la mente la leyenda urbana que cuenta como la facultad de sociología se pensó en primera instancia para ser una cárcel de mujeres, bien pues esta debió pensarse para juzgar a las presas porque realmente, la sala en penumbra acobardaba bastante.

-¡señor! Arriba, había alguien conmigo… era…

- exacto, exclamó él, ¡era!

Él había sido el primer delfín y sabia que esa chica suponía un gran problema, quien sabe, podría haber echo fotos o haber grabado un video. Ahora podrían estar camino a Youtube… Exhaló con calma, y recordó que el aula magna tenía un revolucionario sistema que ahogaba toda señal electrónica, diseñada específicamente para que no se pudiera hacer trampas en los finales.

Ella los miraba fijamente sin parecer terriblemente acongojada, que era como realmente se sentía, su pulso se acelero a medida que iba reconociendo caras, los había visto antes, en la televisión, en la prensa, Internet,…

- no he visto nada, espeto lo más sincera que pudo.

- dime niñita ¿Cuál es tu apellido? Dijo el hombre con barba y gafas, muy seriamente.

En una fracción de segundo Leticia se dio cuenta que solo la salvaría una buena mentira. Así que, jugo su mejor baza y exclamo...

Silencio Dogood

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