De: Silencio Dogood
- ¿Qué tal llevas el curso?
Bien dije yo, pero quizás debería estudiar un poco más, ya sabes por aquello de aprobar…
- Si aprobar es importante, al menos eso dicen. Dijo riendo y mirándome como si comprendiera que sobre mi también caía una presión paterna por sacar adelante la carrera.
Subimos las escaleras laterales, que nacen desde el hall hasta la última planta, desde la cual se puede llegar hasta el edificio contiguo que alberga, la maravillosa cafetería, la cafetería de los profesores y una tercera cafetería situada entre plantas para uso casi exclusivo de los alumnos de quinto.
- la verdad es que, esta muy bien tener tanto sitio ¿verdad? Dijo señalando inmensos pasillos desabitados a medida que subíamos.
- si es reconfortable saber que… me disponía a soltar una payasada cuando llegamos a la ultima planta, de la cual surgían dos corredores uno hacia el edificio nuevo repleto de cafeterías y otro que se perdía hacia la izquierda. Ambos vimos una figura al final del pasillo que alerto nuestra presencia y como dando un salto, desapareció a mitad del mismo.
Nos quedamos un momento callados
- ¿llevaba una túnica? Dijo ella poniendo una sonrisa de medio lado.
Si dije yo, ¿vamos?
- vale pero creo que si vamos allí, lo mas seguro es que termines enrolado ¡a la tuna! Jajaja
Yo no reí, porque sabía que la tuna se encontraba situada en el edificio nuevo, pero no dije nada porque la verdad, me moría de curiosidad.
Avanzamos por el pasillo de la izquierda y al llegar a su mitad vimos una puerta translúcida y corrediza, como las que hay en los supermercados. La verdad es que no pegaba una puerta así en un edificio que data de 1956 y además parecía cerrada.
- espera dijo Leticia, si te fijas bien queda un rendija entre ambas puertas…
Ella siempre era así, cuando nadie veía la salida o la solución, se las arreglaba para encontrar una rendija de esperanza o en este caso, una de curiosidad.
Tiramos cada uno hacia un lado hasta que cedió y de un salto nos metimos dentro. Parecía un mini hall con una rampa hacia un estrecho pasillo, con tubos que corrían paralelos a las paredes. Extrañamente se curvaba, desaparecía en la oscuridad y de él salía un ruido sordo constante, que nos previno sobre lo que allí íbamos a encontrar.
Advertirían nuestra presencia ya que el ruido cesó.
- nos han oído. Dije lo más bajo que pude.
Lo normal seria que alguien saliese a echarnos de allí o algo parecido, pero no, pasaron los minutos y ahí seguíamos, quietos, esperando en la oscuridad.
Decidimos entrar, esta vez sin miramientos. Giré el pomo y empuje la pesada puerta que extrañamente no rechinó ni un ápice. Dentro de esa mínima estancia solo colgaba una bombilla y de un agujero en el suelo, salía una tenue luz.
Se distinguía una escalera que bajaba paralela a la pared.
Nos asomamos al hueco y nuevamente solo veíamos un vacío.
- no tiene sentido, ¿para que colocar una escalera que baje hasta la planta baja, desde aquí arriba?
- no lo se, le respondí, - pero algo me dice que esta escalera no baja hasta allí, sino que se queda a medias.
- ¿a medias? Su sonrisa perspicaz, lucia en la oscuridad.
- si, en septiembre cuando llegue aquí, me baje en la parada de autobús equivocada y me toco andar. Para ahorrar tiempo camine entre los edificios y ahí la vi.
- ¿el que?
- ¡esta escalera!
- me he perdido, dijo parpadeando.
- ¿no lo ves?, cuando la vi, ¡la estaban tapiando!
- ves demasiadas películas, exclamo riendo.
- si vale, veo demasiadas películas, pero esta escalera solo baja hasta el techo de aula magna, ¡lo vi! y te recuerdo que lleva cerrada 2 meses en remodelación. ¿No recuerdas que aquí grababan el programa 60" ?
- si, si lo recuerdo. Lo mas seguro es que solo hayamos visto a un trabajador.
- claro con una especie de túnica negra ¿no?
De repente se oyó un ruido y ambos nos volvimos hacia el vacío.
- Nooo!!
Leticia dio un pequeño grito y se puso de pie.
- ¡tenemos que bajar!
- yo no bajo, su mirada era dura, jamás la convencería para seguirme.
- espérame aquí.
Y de un salto comencé a bajar y a emitir el primer ruido repetitivo que habíamos oído. Nuestro “tuno” había bajado igual que yo por esa angosta cavidad y al igual que yo, escabullido entre las vigas, del techo del aula magna seguro que también vio, lo que a mi particularmente me pareció una especie de ceremonia o rito de iniciación.
Pero, ¿Cómo había conseguido bajar de allí?
Abajo había movimiento, se llevaban a un joven, muchos negaban con la cabeza. Parecían defraudados con aquel chico, como si no hubiese dado la talla.
Mis ojos se acostumbraban a la creciente oscuridad que reinaba en aquella aula, y en ese momento me di cuenta de que estaba siendo observado, pero no desde abajo, sino desde allí mismo, el “tuno” me miraba. Me quede helado y por un momento pensé; “aquí acaba todo”. Sin darme tiempo a reaccionar, dio dos zancadas plantándose frente a mí, me tapo la boca con extraña delicadeza y susurro:
No haga ruido, señor Miranda.
¡Me conocía!
Quise decir algo, pero aquel hombre se me adelanto.
- calla un segundo, chico. Parece que están recogiendo.
Cual fue mi sorpresa cuando descubrí a mi profesor de romano, Txomin.
- ¿profesor...?
- nos quedaremos aquí arriba esperando a que suban, tranquilo no nos verán, ya me previne contra eso. Dijo señalando su túnica.
- pero señor…
- haber Miranda, calle de una vez, antes de que nos descu… no le dio tiempo a terminar los hombres trajeados y los algunos claramente, alumnos de 5º, comenzaron a subir mientras los más jóvenes se quedaban abajo, dejándolo todo como estaba.
Pensé en Leticia e intente avisar de su presencia al profesor, pero esta vez me tapaba la boca con las dos manos. Allí, agachados entre las sombras escuchamos las primeras voces de aquel extraño aquelarre de juristas, unas confabulando, otras riendo y unas cuantas exponiendo estar ya hartas de tanta subida y bajada. Incluso creo recordar que oí la celebre frase; Esto con Franco…
- esperaremos a que los “nuevos”, terminen y después bajaremos, allí te lo explicare todo, OK? Susurró de forma casi inaudible.
Asentí suavemente mientras imploraba porque Leticia, cansada de esperar se hubiese marchado a clase. No habían terminado de subir todos cuando los nuevos comenzaron también la escalada, se notaba que limpiar y ordenar no era lo “suyo”.
Era inútil, se necesitaban dos personas para forzarla, se vio en apuros y algo le decía que debía salir de allí, aun así tenía claro lo que debía hacer.
Cargaría contra la puerta corrediza, rompería el cristal y saldría al pasillo, correría como alma que lleva el diablo y más tarde se preocuparía por buscarme y enterarse que demonios pasaba dentro del aula magna y qué, justificaba tanto secretismo.
-¡señor! Arriba, había alguien conmigo… era…
- exacto, exclamó él, ¡era!
- dime niñita ¿Cuál es tu apellido? Dijo el hombre con barba y gafas, muy seriamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario