De: Silencio Dogood
Capítulo 2:
Hay lugares en el mundo que son visitados por miles, millones de personas, también existen otros que se construyen y se olvidan para siempre, por ultimo están esos lugares que solo los conocen unas pocas personas. Uno de esos lugares se situaba en la azotea de la facultad de derecho.
- como que, “era...”- le dije a Txomin.
- haber chico, no sabes quienes son esas personas ¿verdad?
- no
- pues mejor así, solo te diré que habéis hecho muy mal adentrándoos hasta aquí. Si arriba hay alguien como dices ya esta perdida.
Mis ojos se alzaron instintivamente y salí corriendo hacia la escalera.
- ¡No!, te cogerán a ti también.
disminuí la velocidad, y por un momento, me lo pensé.
Decidí no abandonarla a su suerte y seguí subiendo, ya me daba igual toda esa parafernalia, los hombres trajeados, todo. Lo único que quería era volver a verla.
Subí corriendo las escaleras y estuve a punto de caer, de refilón puede ver como mi profesor se volvía loco buscando algún rastro, papel o prueba de la existencia de ese aquelarre. No me detuve mas, llegue a las vigas y de ahí subí por la escalera vertical, volví a aquel pequeño cuarto iluminado por aquella solitaria bombilla. No había nadie.
Camine a paso lento por el pasillo a oscuras hasta la puerta corrediza, nada todo desierto ni un rastro de Leticia.
Recuerdo que lo último que pensé antes de sentir el fuerte golpe en la sien, fue de ella mirándome y sonriéndome como lo hacia cuando yo decía una payasada.
… No hubo ningún chirrido que la alertase. Cuando se giró, la estaban mirando unos 20 hombres estupefactos…
Leticia sabia que el órdago no había colado.
- jajaja se burló aquel hombre con barba canosa y gafas. – eso no te lo crees ni tu niñata.
Y haciendo un gesto con la cabeza mando a dos gorilas que la dejasen fuera de combate.
- subidla a la azotea y tiradla.
Los dos hombres se abalanzaron contra ella, Leticia instintivamente dio un paso atrás y se cubrió la cara, el primer puñetazo parecía que le había destrozado el brazo. El segundo gorila aprovecho para cogerla y reducirla, los gritos de dolor callaron rápidamente cuando el primer matón desenfundo el arma y le propino un golpe seco en la nuca. Lo último que vio Leticia al caer desplomada fueron los mismos 20 hombres renovadamente estupefactos.
GrGrrrGrrr
Sonaba su walkie.
- Serrano prepárate, las vamos a bajar. Corto.
- OK. Ya sabía lo que significaba eso, tenía que maniatar a ese chico, que tres personas se caigan en un mismo día de la azotea de la facultad de derecho, no era una opción viable. Seguramente se los llevarían a los terrenos del Delfín en la sierra, era buena idea, allí terminaría todo.
Ya sabía que como mínimo me tenían a mí, así que decidió esconderse. Primero pensó en esconderse tras la mesa central de roble macizo pero allí sería muy fácil encontrarle por más que la penumbra que inundaba el aula, fuese en aumento al caer la tarde.
Dos de los que, él consideraba los novatos del clan bajaron rápidos cual perros de presa buscando un avispado conejo.
Reinaba el silencio y no veían a nadie, ambos se acercaron a la mesa central la rodearon y nada, levantaron la vista y contemplaron los aproximadamente 1000 asientos, que componían el aforo total del aula. Txomin se lo jugo todo a una carta, se tumbo en la primera fila de asientos y ahí mirando al techo espero que surgiera un milagro.
Al lado de esa chica y tumbada boca abajo estaba Leticia, podría haber reconocido esos pantalones donde fuese, la alegría que sentí al verla fue pasajera ya que me encontré atado de pies y manos y con una mortaja en la boca, ellas estaban igual y los tres nos movíamos al compás del 4x4 con lunas tintadas que recorría un camino franqueado por dos hileras de árboles.
En ese momento pensé que habían sido muy tontos al no taparnos los ojos, incluso llegue a sonreír por un segundo, al rato me di cuenta que si nos habían dejado ver el trayecto y la finca es porque, no íbamos a salir de allí con vida.
Txomin no era una persona religiosa, así cuando decía milagro quería decir: suerte inmensa. Desde siempre lo había acompañado un halo de suerte que parecía socorrerle cuando más lo necesitaba, a el no le gustaba abusar de ella pero raramente le fallaba.
Se encomendó a su suerte al tumbarse ahí, los pupilos del clan bajaron del atril central y caminaban ya por el pasillo central. Uno miraría las filas de la izquierda y otro las de la derecha, la suerte hizo que el que comenzara por la izquierda vislumbrase una sombra difusa en la primera fila, alertara a su compañero y que ambos se internaran en la primera fila saltando sobre aquella silueta.
Eran demasiadas preguntas para encontrarle explicación a cada una de ellas, el camino curvaba hacia un lado y dejaba ver un chalet de estilo andaluz.
El tiempo se acababa.
Txomin suertudo donde los haya había aprovechado esos segundos de desconcierto para dejarse caer al suelo, arrastrarse por debajo de los asientos, pasar bajo el frontal de la primera fila y dirigirse gateando hasta el atril.
Y de un salto silencioso se colocarse tras la gran mesa de roble macizo justo a tiempo para que no lo vieran. Si en vez de empezar por la izquierda lo hubiesen echo por la derecha lo habrían apaleado como a su túnica negra, estratégicamente situada.
Allí en cuclillas estuvo los 20 minutos que tardaron los dos aprendices de gorila en revisar todo el aula, cuando terminaron se llevaron su túnica con ellos. Él sabía que tardarían poco tiempo en descubrir que la túnica no pertenecía a ningún miembro del clan, eso quería decir que volverían y que debía salir de allí lo más rápido que pudiera.
El gorila había cumplido llevando a esos tres estudiantes hasta la finca del delfín ahora debía rematar el trabajo.
El otro era más delgado y no iba con traje, no sabía muy bien que hacer con las manos, hasta que se cruzo de brazos adoptando una postura más varonil. Al rato se giró y le reconocí, era aquel chico al que se llevaban entre otros dos porque no pudo aguantar el dolor. Ellos no me podían ver por los cristales tintados pero yo si, y entonces lo vi.
Un rayo de esperanza. Había una posibilidad de librarse, remota pero la había… Mientras la idea maduraba, Leticia abrió sus ojos.
Silencio Dogood
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