Profesor de la Facultad de Documentación,
tiene una primera faceta como editor y fotógrafo. Ha desarrollado su actividad
editorial en Espasa con treinta
libros publicados en su mayoría sobre foto y edición.
Una
segunda faceta es la de cuentista, con seis títulos para los más pequeños: El
amuleto Yoruba, El tren que nunca existió, Malabo el último bandolero, Trocolo
el duende de la imprenta, El enigma de la ciudad del Metro, Cuentos y leyendas
de la Comunidad de Madrid. Obras
editadas en Alfaguara, Dylar, Everest (Gaviota) y Espasa.
Nacido en Vallecas, según él la infancia
marca, Juan Miguel es cuentista de vocación pues cree que mentir fue necesario
para sobrevivir.
Desde muy joven trabajó en una editorial lo
que le permitía leer mucho; aunque no precisamente libros infantiles, sino los
tebeos que cambiaba en una droguería.
Le gusta tanto Dickens como Gloria Fuertes, a
quien tuvo la oportunidad de conocer y en su honor fundó la Asociación Juvenil
Gloria Fuertes.
Al igual que comenta que siempre estudió de
noche y reconoce que ha escrito en la soledad y con miedo de que a nadie le
gustarán mis historias, confiesa que todo, todo, lo que escribe es siempre
autobiográfico: “incluido lo inventado”.
P: ¿Cuándo surgió su vocación para escribir?
J.M.S.V: Surge cuando leo libros que me gustan y cuando
soy consciente de que puedo cambiar las historias. Tendría unos 15 años… Había
comenzado a trabajar nada más y nada menos que en la editorial Espasa Calpe,
una de las mejores del mundo, y en la hora del descanso empecé a leer los
pliego sueltos de la colección Austral que se impriman en los talleres. Así
descubrí a Baroja, Azorín, Amelia Reynolds, los cuentistas
rusos y autores españoles de los que no había oído hablar nunca, ni antes ni
ahora, como Sebastián Juan Arbó que escribió la serie Martín de Careta sobre un
muchacho que tenía entonces mi edad.
P: ¿En qué se inspira para hacer los libros?
J.M.S.V: En la vida real, siempre en la vida real, que
luego completo con la imaginación. Es la vida la que me permite captar ideas,
sobre todo cuando dedico tiempo a mirar a mi alrededor (soy fotógrafo y miro
mucho). Los chicos se sorprenden con historias que parecen inventadas y que sin
embargo son reales, como por ejemplo, el que un personaje hable solo, cuando la
calle está plagada de gente que habla sola.
P: ¿Cuándo pone título a los libros, tiene que
pensarlo mucho?
J.M.S.V: No, casi siempre surgen de repente, porque
primero pienso lo que quiero decir y busco entonces la frase, como si fuera un
slogan publicitario. A veces hay que limar algún término, alguna palabra, pero
solo a veces.
P: ¿Cómo consiguió que publicaran su primer
libro?
J.M.S.V: Una historia larga, muy larga. Entregué el
original a una editorial y esperé dos años hasta obtener respuesta negativa. El
mayo disgusto fue cuando me rechazaron el texto en la editorial donde
trabajaba, porque lejos de ser una ventaja siempre fue una barrera. Cuando tuvo
la respuesta negativa fui a la segunda, luego a la tercera y así sucesivamente
hasta que en el quinto intento lo logré y además con Edelvives en la gran
colección Ala Delta. Fue la mayor alegría de mi vida.
P: ¿Cuál de los libros que ha escrito le gusta
más?
J.M.S.V: Una pregunta complicada… Tengo un libro
preferido, pero no porque me guste más sino porque es el que me dio el soplo
para seguir escribiendo. Fue el primero publicado: “El tren que nunca existió”.
Es un guiño a mi infancia con el tren siempre de fondo.
P: ¿Cómo compagina la escritura con su
profesión de profesor universitario?
J.M.S.V: Escribo siempre, a todas horas. Anoto lo que
veo y lo que se me ocurre. Afortunadamente son dos actividades muy distintas y
la escritura y la fotografía me permite romper la monotonía de las clases. Nada
es comparable a escribir, nada es comparable a la fotografía (creativa, vivida,
sentida). Todo tiene un lugar en la vida y yo tengo claro donde está cada cosa
porque mi fortuna está en esa doble vida. En definitiva todo lo que escribo y
todo lo que fotografío lo vuelvo en las clases, de una u otra manera.
P: ¿Qué le gusta más: escribir o dar clase?
J.M.S.V: No puedo compararlo, son dos mundos
absolutamente distintos y a la vez muy cercanos. En los dos te expones ante lo
demás. También las dos actividades pueden ser frustrantes. En este momento de
la vida me gustaría mucho más dedicarme a escribir, porque la actividad como
profesor no es solo dar clase (quizá debería serlo para despejar el panorama y
saber qué aportamos realmente).
P: ¿Por qué este género tan concreto:
literatura infantil?
J.M.S.V: Porque puedo escribir sin que me juzguen. Los
lectores bajitos dicen lo que piensan pero no cuestionan: me gusta o no me
gusta, pero no necesitan justificarlo. Y porque siempre he estado cerca de los
chicos, desde que me dediqué a montar campamentos para los hijos de los
trabajadores de mi empresa.
P: ¿Qué motivación le daría a un niño que
quisiera ser escritor de mayor?
J.M.S.V: Le diría que si lo consigue nunca encontrará
algo que le haga sentirse más libre, más seguro de sí mismo, más persona e
incluso más feliz. Escribir es vivir en tu propio mundo, solo y a la vez muy
acompañado.
P: ¿Qué motivación le daría a un adulto que
quisiera escribir para niños?
J.M.S.V: Le diría que en una ocasión cuando fui a un
colegio a contar mis historias vi como un niño lloraba de emoción cuando leí un
cuento… Emocionar a alguien con tus palabras es indescriptible.
Entrevista realizada por Pilar del Campo.
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