sábado, 27 de abril de 2013

Entrevista a Juan Miguel Sanchez Vigil


Profesor de la Facultad de Documentación, tiene una primera faceta como editor y fotógrafo. Ha desarrollado su actividad editorial en Espasa con treinta  libros publicados en su mayoría sobre foto y edición.
    
Una segunda faceta es la de cuentista, con seis títulos para los más pequeños: El amuleto Yoruba, El tren que nunca existió, Malabo el último bandolero, Trocolo el duende de la imprenta, El enigma de la ciudad del Metro, Cuentos y leyendas de la Comunidad de Madrid.  Obras editadas en Alfaguara, Dylar, Everest (Gaviota) y Espasa.
           
Nacido en Vallecas, según él la infancia marca, Juan Miguel es cuentista de vocación pues cree que mentir fue necesario para sobrevivir.
Desde muy joven trabajó en una editorial lo que le permitía leer mucho; aunque no precisamente libros infantiles, sino los tebeos que cambiaba en una droguería.
Le gusta tanto Dickens como Gloria Fuertes, a quien tuvo la oportunidad de conocer y en su honor fundó la Asociación Juvenil Gloria Fuertes.
Al igual que comenta que siempre estudió de noche y reconoce que ha escrito en la soledad y con miedo de que a nadie le gustarán mis historias, confiesa que todo, todo, lo que escribe es siempre autobiográfico: “incluido lo inventado”.


P: ¿Cuándo surgió su vocación para escribir?
J.M.S.V: Surge cuando leo libros que me gustan y cuando soy consciente de que puedo cambiar las historias. Tendría unos 15 años… Había comenzado a trabajar nada más y nada menos que en la editorial Espasa Calpe, una de las mejores del mundo, y en la hora del descanso empecé a leer los pliego sueltos de la colección Austral que se impriman en los talleres. Así descubrí a  Baroja,  Azorín, Amelia Reynolds, los cuentistas rusos y autores españoles de los que no había oído hablar nunca, ni antes ni ahora, como Sebastián Juan Arbó que escribió la serie Martín de Careta sobre un muchacho que tenía entonces mi edad.

P: ¿En qué se inspira para hacer los libros?
J.M.S.V: En la vida real, siempre en la vida real, que luego completo con la imaginación. Es la vida la que me permite captar ideas, sobre todo cuando dedico tiempo a mirar a mi alrededor (soy fotógrafo y miro mucho). Los chicos se sorprenden con historias que parecen inventadas y que sin embargo son reales, como por ejemplo, el que un personaje hable solo, cuando la calle está plagada de gente que habla sola.

P: ¿Cuándo pone título a los libros, tiene que pensarlo mucho?
J.M.S.V: No, casi siempre surgen de repente, porque primero pienso lo que quiero decir y busco entonces la frase, como si fuera un slogan publicitario. A veces hay que limar algún término, alguna palabra, pero solo a veces.

P: ¿Cómo consiguió que publicaran su primer libro?
J.M.S.V: Una historia larga, muy larga. Entregué el original a una editorial y esperé dos años hasta obtener respuesta negativa. El mayo disgusto fue cuando me rechazaron el texto en la editorial donde trabajaba, porque lejos de ser una ventaja siempre fue una barrera. Cuando tuvo la respuesta negativa fui a la segunda, luego a la tercera y así sucesivamente hasta que en el quinto intento lo logré y además con Edelvives en la gran colección Ala Delta. Fue la mayor alegría de mi vida.

P: ¿Cuál de los libros que ha escrito le gusta más?
J.M.S.V: Una pregunta complicada… Tengo un libro preferido, pero no porque me guste más sino porque es el que me dio el soplo para seguir escribiendo. Fue el primero publicado: “El tren que nunca existió”. Es un guiño a mi infancia con el tren siempre de fondo.

P: ¿Cómo compagina la escritura con su profesión de profesor universitario?
J.M.S.V: Escribo siempre, a todas horas. Anoto lo que veo y lo que se me ocurre. Afortunadamente son dos actividades muy distintas y la escritura y la fotografía me permite romper la monotonía de las clases. Nada es comparable a escribir, nada es comparable a la fotografía (creativa, vivida, sentida). Todo tiene un lugar en la vida y yo tengo claro donde está cada cosa porque mi fortuna está en esa doble vida. En definitiva todo lo que escribo y todo lo que fotografío lo vuelvo en las clases, de una u otra manera.


P: ¿Qué le gusta más: escribir o dar clase?
J.M.S.V: No puedo compararlo, son dos mundos absolutamente distintos y a la vez muy cercanos. En los dos te expones ante lo demás. También las dos actividades pueden ser frustrantes. En este momento de la vida me gustaría mucho más dedicarme a escribir, porque la actividad como profesor no es solo dar clase (quizá debería serlo para despejar el panorama y saber qué aportamos realmente).
  
P: ¿Por qué este género tan concreto: literatura infantil?
J.M.S.V: Porque puedo escribir sin que me juzguen. Los lectores bajitos dicen lo que piensan pero no cuestionan: me gusta o no me gusta, pero no necesitan justificarlo. Y porque siempre he estado cerca de los chicos, desde que me dediqué a montar campamentos para los hijos de los trabajadores de mi empresa.

P: ¿Qué motivación le daría a un niño que quisiera ser escritor de mayor?
J.M.S.V: Le diría que si lo consigue nunca encontrará algo que le haga sentirse más libre, más seguro de sí mismo, más persona e incluso más feliz. Escribir es vivir en tu propio mundo, solo y a la vez muy acompañado.

P: ¿Qué motivación le daría a un adulto que quisiera escribir para niños?
J.M.S.V: Le diría que en una ocasión cuando fui a un colegio a contar mis historias vi como un niño lloraba de emoción cuando leí un cuento… Emocionar a alguien con tus palabras es indescriptible.

Entrevista realizada por Pilar del Campo.



No hay comentarios: