Eneas subió las escaleras de la Cámara del Congreso e irrumpió, repentinamente, el pleno. Los diputados que estaban ahí se sobresaltaron. El Presidente del Consejo y los ministros fijaban sus ojos en él. Un íntimo amigo suyo, Il Giovane, lo miraba atentamente. El Presidente de la Cámara del Congreso, Alfredo Soriano, se sentaba y respiraba hondo para relajarse.
El joven Eneas subió al podio donde los miembros del Ejecutivo solían hablar y se acercó el micrófono.
-Los miembros del Gobierno actual son unos impostores – dijo. –El Partido de la Libertad del Pueblo está ocultando la verdad… Todos están diciendo que no hay nada y que todo marcha bien… pero eso es mentira… Ellos están manteniendo contacto con los “pieles de lobo”… Ellos nos están vendiendo… Están vendiendo a nosotros… los ciudadanos… a unos seres que desean nuestra explotación y nuestro exterminio… Y todo, porque ellos desean la eternidad… ¡Nos venden por una miserable vida eterna!
-Es cierto – añadió Il Giovane aproximándose a su amigo. –Ellos han mantenido contactos con los “pieles de lobo”… De hecho, aquí tengo varios informes que lo demuestran –enseñó el conjunto de papeles a todos los diputados que estaban allí.
El Presidente de la Cámara ya no aguantaba más. Debía hacer algo para evitar que hablasen más. Si decían algo más, el pueblo sospecharía de ellos.
-Por favor, ¡hagan el favor de abandonar la sala! – exclamó.
-¡No nos iremos! – gritaron a la vez Eneas y su amigo.
-¡Abandonad inmediatamente la sala! – insistió el Presidente.
Ambos, para evitar una confrontación peor, abandonaron indignados la sala; y el pleno siguió en su normalidad. Sin embargo, los partidos opositores comenzaron a dudar si realmente era cierto lo que dijeron.
Óscar Alonso Tenorio
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