lunes, 16 de diciembre de 2013

Reemplazo en Filosofía

El ministro de Educación y Cultura felicitó la labor de la Suma Inquisidora durante la inspección en el Colegio Séneca. También añadió en su comparecencia que aprobaría la reducción del 30% de la plantilla docente de Séneca. Aquella noticia inquietó mucho a Pedro, Erotia, Cadmo y Pierre. La idea de que aquella inspección supondría el despido masivo de los profesores no les gustaba. Así que, doblaron el periódico muy disgustados y lo guardaron.

-¿Os estáis enterando de lo que está haciendo? – inquirió Erotia mientras bebía café.
Sus tres amigos afirmaron con la cabeza. Erotia los observaba detenidamente cuando comía unas tostadas con aceite.
-Sí – aprobó Pedro con tono dudoso.
-Que… están realizando de forma encubierta unos durísimos recortes en el colegio – añadió Cadmo.
-¡Pero no es sólo eso! – exclamó Erotia intentando que comprendieran el otro motivo que comprendieran el otro motivo.
-¿Y cuál es el otro motivo? – preguntó Pierre poniendo sus botines sobre la mesa.
-El Ministerio está interviniendo en la educación de este colegio – respondió muy alarmada Erotia.

En ese momento, el sonido del péndulo sonó en toda la escuela; y los cristales de las ventanas vibraron. Entonces, salieron del Gran Comedor y fueron a la clase de Filosofía. Se sorprendieron cuando, en lugar de Ulrico, vieron a un hombre trajeado y calvo al lado de la Suma Inquisidora.

-Os presento a vuestro nuevo profesor de Filosofía – dijo la Inquisidora. –Estará fijo en este queridísimo colegio ocupando la plaza vacante que el anterior profesor había dejado.
Todos se callaron. A Pedro le temblaba el puño de ira; pero, finalmente, controló su enfado. Desgraciadamente, ya había sufrido la mala experiencia de sus castigos.
Cuando la Suma Inquisidora se marchó, los alumnos se sentaron muy atemorizados. El nuevo profesor, que no había soltado todavía ninguna palabra, abrió el libro de texto y lo dejó en la mesa. Luego, cogió una tiza y comenzó a escribir un pequeño resumen sobre Comte y el positivismo.

-Disculpe… –llamó el compañero. El profesor le dirigió una mirada severa –… ¿cómo se llama usted?
-¿Acaso le importa mi nombre? – preguntó el profesor con un tono arisco y frío.
Aquel alumno escondió la cabeza en el libro y ya no quiso preguntar más veces.


Óscar Alonso Tenorio


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