jueves, 5 de diciembre de 2013

No hay quien se aclare

Si no le cuento reviento.


Hace unos días me llama una amiga con un hilo de voz que sirvió para atarme el corazón nada más contestar al móvil. Yo por más que intentaba tranquilizarla para poder enterarme de lo que ocurría, entre sus sollozos y los ruidos de la ciudad (pitidos de atasco, el saludo a ladridos de dos perros, una máquina taladra asfalto que se empeñaba en deshacer la calle, ruidosas motos, un autobús que se detuvo enfrente de mí para escupir un montón de chiquillos…) no lograba descifrar el mensaje.

* No te oigo. Tranquilízate -le digo.

Pero ella como si se hubiese asociado con la taladra asfalto se empeñó en hacerme una trepanación desde el conducto auditivo hasta mi cerebro con expresiones como: “En ningún sitio atan los perros con longaniza”… “Una rendición a tiempo es una victoria”… “Ande yo caliente y ríase la gente”… “No hay mal que por bien no venga”…. “Del viejo el consejo”… “Como en casa nada”…

Cuando la orquesta ciudadana cesó por segundos al son de los pajarillos de un semáforo y, mientras ella tomaba aliento, me iba a lanzar preguntar ¿Q…? pero añadió: “Vuelve a casa por Navidad”.

* ¿El almendro? -conseguí colar.

* No mujer, mi José Luis, que se fue Noruega y como no consigue hacerse con el idioma….

* ¿Y…? –iba a cuestionar cuando volvió la ciudad (ahora acompañada con un oportuno silbido de afilador) a querer que nuestra conversación no fuese fluida; no obstante ella volvió a soltar, junto a un puñado de lágrimas: “….cientos eurazos para cancelar los gastos más el billete de regreso”.

Entonces tejí con sus oraciones un manto de duda. ¿Estaría así por el futuro incierto de José Luis? ¿Por los eurazos desembolsados? ¿Por la pérdida de libertad que se le avecinaba? Como se cortó la comunicación tuve que esperar a llegar a casa para llamarla desde el fijo, y tras una larga charla donde me expuso toda clase de sentimientos llegué a la conclusión de que en esta vida no hay quien se aclare; lo único claro es que cuando necesitamos un abrazo, por favor, que no se haga esperar.

Pilar del Campo Puerta, escritora.

Maqueta

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