El “fue, es y será” de una manzana
De: Irami Asín, Ricardo Carrecedo, Ana Cobo, Pilar del Campo, Silvia Amor, Natalia Martínez
[Relato publicado en la revista piloto durante el año académico 2006/2007]
Esta mañana, cuando abrí los ojos, me di cuenta de que no esta en mi casa, sino rodeada de “cosas verdes” y duras. Estaba oscuro, hacía frío y olía a verdura.
De repente, empecé a moverme por si podía escapar, pero la gravedad hizo su trabajo y caí encima de un señor raro, que me recogió intrigado. Me miró. Sospeché que me iba a morder, pues ya estaba suficientemente madura pero, llevándome en la mano se fue corriendo no sé bien adónde, y empezó a hacer unos cálculos extraños, creo que sobre el motivo de mi caída.
¡Toda mi esperanza era poder servir para la ciencia!
Aguardé en un cesto horas y horas, y cuando ya daba por cierto que era para la ciencia mi utilidad ¡NO! Fui tomada de nuevo por sus grandes manos, me acercó un cuchillo y comenzó a desnudarme –el pudor me alcanzó las mejillas- y así, desprovista de mi terso vestido, fui troceada y… ¡a la cazuela! Mi misión iba a ser una jugosa compota de manzana.
Tras ser troceada y verme rodeada de trocitos de mí, sentí que arrojaban diferentes ingredientes para aumentar mi sabor, y me sentía apresada, sin espacio, como sardina en lata. Tras un tiempo de cocción que se me hizo eterno fui conducida, nuevamente, y oprimida, hacia un tarro de cristal (al menos podía ver el exterior) para ser cerrada al vacío. Y luego, de vuelta a la
cesta de mimbre.
Una vez ahí dentro comprendí que mi vida no tenía sentido y, aterrada, pensé: “Ahora iré a parar al estómago de algún humano, y luego…” Desafortunadamente mis temores llevaban camino de hacerse realidad. Iba a ser devorada por el humano que me desnudó, troceó y coció. Pero, por suerte, aquel hombre olvidó retirar las pepitas que guardaba en un bolsillo de mi interior y con la primera cucharada de mi riquísima compota se atragantó.
Tosió el individuo con tal fuerza que mis pepitas salieron despedidas por la ventana. Y ahí están, las veo desde el cristal de mi tarro y aunque yo sé que ya solo seré compota, ahí están ellas, tumbadas en el suelo, y yo tengo la esperanza de que inicien una nueva vida junto a esos nuevos amigos árboles. Espero y deseo que esa parte de mí crezca y se haga tan grande como ellos.
Irami Asín
Ricardo Carrecedo
Ana Cobo
Pilar del Campo
Silvia Amor
Natalia Martínez
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