El collar del escarabajo
de: Lur Ochoa García
Lo primero que llamó mi atención de aquella mujer fueron los grabados arábigos, figuras en su mayoría de color dorado y azul añil, del holgado atuendo que vestía. Sin embargo, no fue eso lo que mantuvo mi constante mirada. La nariz recta, la piel tostada, las cejas oscuras, y al igual que los lánguidos labios finamente perfilados, me insinuaban que aquella femenina visión ya la hube conocido tiempo atrás. La mujer aún no se había percatado de la persecución de la que estaban siendo víctimas sus gestos y muecas, para mis ávidas pupilas, cuando rescaté del olvido de su cuello un collar de verdosas piedras en cuyo centro se abría paso un majestuoso escarabajo probablemente extraído y tallado en las canteras del Nilo.
Abrumada y hundida en el blanco de la ensoñación, recordé que mi madre aborreció cualquier insecto que trepase más allá de los botones de su blusa, indultando en última instancia a aquél que estaba petrificado.
Una voz cercana y sigilosa ahuyentó los minutos que invadían, como colonos, mi pensamiento. La mujer a la que había estado observando, incluso de manera inconsciente desde mi estado absorto, se había percatado de ello. Esta vez aunque con tono casi desafiante, volvió a preguntarme:
– ¿Por qué me observas?
Y entonces lo comprendí.
–Me recuerdas a alguien –contesté.
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